PARÍS EN EL SIGLO XX (SEGÚN JULIO VERNE)



    Nos encontramos no demasiado lejos del mundo de hoy. Una novela escrita en el año 1863 por Julio Verne y que intenta acercarse (y lo consigue) a la sociedad del siglo XX.  “París en el siglo XX” durmió un siglo y medio y fue, curiosamente editado, no ya en el tiempo que había profetizado, sino después. La acción se desarrolla en el París de los años 60 del siglo XX y el libro salió a la luz en el año 1989. Evidentemente, al leerlo no podemos sino sonreír como haríamos con cualquier otra descripción vista en retrospectiva, aunque escrita como profecía. Pero si intentamos ponernos en la visión y conocimientos del año 1863 en que fue escrito, es realmente sorprendente y admirable al igual que el gran dominio que tiene el autor respecto a la geografía parisina, ya que controla a la perfección todas las calles, barrios...

   Michel es el personaje central, un joven poeta, huérfano, que vive con sus tíos. Su familia está dedicada enteramente a los negocios, como todos en París. Michel quiere escribir, tiene sentimientos y lo plasma a través de su creatividad. Pero, en el 1960 de Verne, a nadie le importa que haya talento, las letras, el latín y todo lo relacionado con la lingüística ya no tiene peso, pues la sociedad apuesta por el mundo de las ciencias y las matemáticas; los estudios científicos y técnicos habían convertido en una reliquia del pasado los humanistas: "el latín y el griego eran lenguas, no sólo muertas, sino enterradas". Por otro lado, la retórica había desaparecido ya de las aulas y Julio Verne no se equivocaba con esto. De hecho, en pleno siglo XXI sigue ocurriendo lo mismo y es algo que se arrastra desde el siglo XX. 

   En este siglo se realizan muchos inventos e innovaciones tecnológicas como la radio, los ordenadores e Internet. Esta última la adivinó el visionario de Julio Verne, pues en su obra describe algo parecido a un telégrafo mundial que permite la comunicación entre diferentes regiones que es algo similar a lo que actualmente es Internet.

   Julio Verne anuncia, además, en este libro, el motor de combustión y la sustitución de la carroza  por el coche moderno, con su potencia expresada en caballos. El tren de alta velocidad por las alturas, como se encuentra en Japón, y el suburbano aparecen descritos, e incluso alude a un sistema de propulsión por "golpes de presión de aire y deslizamiento aprovechando los electroimanes". Curiosamente, en los años 60, aún no habíamos comenzado la Era de la Informática y se vivía en el auge de la Era Industrial, que es la que con tanto detalle nos intenta mostrar. Un mundo industrializado, con todo tipo de comodidades materiales, pero donde la estupidez se apodera de la raza humana y genera que nadie pueda desarrollar su verdadera naturaleza y destino, al ser víctimas de la masificación, el consumo y la "enajenación comercial".

    El mundo financiero (en la obra de Julio Verne) ha clavado sus garras sobre todos los aspectos de la vida, especialmente en la educación universitaria, como sucede, por ejemplo hoy en Estados Unidos. El dinero es la medida de todas las cosas y el estigma del triunfo o del fracaso. También describe muy bien el inicio de la sociedad de consumo, donde las tiendas se apoderan de las calles y los barrios y grandes escaparates luminosos llaman a los humanos a entrar y comprar sin parar.

    Algunas de las afirmaciones de Julio Verne  son geniales: Todo el mundo sabía ya leer y escribir (algo casi impensable en 1863), pero nadie lo hacía. "No había hijo de artesano ambicioso o de simple campesino que no deseara una plaza en la administración", y el Estado comenzaba a sucumbir bajo el peso de tantos funcionarios. La instrucción dejó de ser el natural medio de despertar las almas y de que el joven se reencontrase así consigo mismo y pasó a ser una pieza más de esa gran maquinaria económica y cadena de producción. Prevé los diferentes anillos de las líneas de metro, tal y como rodean hoy mismo cualquier gran ciudad, y los trenes pasando cada diez minutos y cargados de miles de pasajeros cada vez. Toda la ciudad se hallaba iluminada eléctricamente y más de cien mil farolas encendían sus luces a la vez, las tiendas eran visibles a lo lejos iluminadas con mil colores. Esta, que ni siquiera nos llama la atención de lo acostumbrados que estamos, es una profecía asombrosa.

   Y, respecto al transporte ordinario, no sólo prevé, como dijimos, la existencia del coche individual, sino que incluso adelanta su forma: 

"Era una máquina fácil, simple y manejable; el conductor (que llama “mecánico), sentado en su lugar, manejaba un volante de dirección; un pedal, bajo el pie, permitía que alterase inmediatamente la velocidad del vehículo".

    Julio Verne fue también un visionario al describir la pérdida de feminidad de las mujeres (y también por tanto de masculinidad en los hombres), el culto a los cuerpos adolescentes y a su fatal sexualización y de la “belleza” anoréxica que martiriza nuestra actual sociedad que se nos muestra constantemente en revistas, anuncios, marcas de ropa... Por suerte, poco a poco va desapareciendo esta absurda tendencia.


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