TOMEMOS UN CAFÉ CON LARRA
" Y rio como un loco de los locos que he escuchado "
En este artículo el Duende cuenta cómo llega a un café del cual es un cliente frecuente y se sienta a tomar algo. Durante el tiempo que está en este lugar sentado, se dedica a ver cómo actúa la gente y a escuchar sus conversaciones, para luego apuntarlas en una libreta y analizarlas. Primero, escucha una conversación sobre la derrota naval turco egipcia.
En otra mesa hablaban sobre los diarios. Un hombre comentaba que los españoles eran unos brutos escribiendo. Otra persona le animaba a escribir una carta de reclamación pero el primero le contestó que el diarista ni siquiera se merecía una carta de ese tipo ya que había nacido sin cabeza. Entonces, empezó a contar una anécdota sobre un cartel que encontró que parecía un anuncio, “El té de las damas”, pero que tras buscar el producto sin encontrar más respuesta que la burla de los comerciantes, volvió a leer el anuncio y se dio cuenta de que era una novela. Esto le pareció disparatado ya que las mujeres españolas no bebían té y ni si quiera hablaban al tomar cualquier infusión. Se despidió pronunciando “pobre España” y mirando su reloj.
Más tarde, el mozo del café se acercó a Larra y empezó a hablarle sobre un hombre que frecuentaba el local. Le contó que siempre invitaba a sus compañeros para alargar una supuesta amistad, pero que cuando se le acabara el dinero ellos serían los primeros en reírse de él (el mundo de las apariencias y la hipocresía). Comentó también que siempre le daba propinas, pero que al acercarse una pobre anciana a pedirle unos reales empezaba a decir que allá donde fuera siempre se encontraba pobres pedigüeños (corrupción y falsedad de la época). Además, era un gran deudor que siempre prometía al mozo pagarle las cuentas al día siguiente y nunca lo hacía.
Al observar otros panoramas del café, Larra decidió marcharse, desilusionado, sin ganas de reír siquiera, ya que todo aquello le hacía ver que el hombre vivía de sus ilusiones y según las circunstancias, bajo una careta repleta de falsas apariencias.
En este artículo Larra nos muestra su gran preocupación sobre la incultura general presente en España en aquella época y llega a esta conclusión gracias a la escucha de absurdas conversaciones en un lugar de reunión social por experiencia; el café. Es el lugar perfecto para analizar y observar los tipos que pululan por la España del momento; gente inculta, que usa incorrectamente el lenguaje, que dan golpes y es escandalosa. Pretende mostrarnos la ignorancia masificada, pues todos dan su opinión sin ninguna formación sólida y sin preocupación alguna por llegar a tenerla. Por otro lado, vemos que las personas que frecuentan el bar solo destacan por sus atributos físicos como las alhajas, con los cuales tan solo quieren aparentar, pero no aportan nada (bueno) al país, ya que tan solo se desviven por mantener su apariencia física, su fachada, sin profundizar interiormente apenas. Los vicios también se nos presentan aquí, como el tabaco.
En la historia se presenta un solo tipo de narrador, que es el Duende. Es un narrador interno, ya que participa en la historia, y en consecuencia habla en primera persona. También se le puede atribuir la cualidad de narrador omnisciente, dado que sabe todo lo que pasa en el artículo. La historia está narrada en pasado con una perspectiva sociológica.
Este es un artículo de costumbres que pretende satirizar y criticar un aspecto de la sociedad española, en este caso se queja de la gente que habla sin saber de qué está hablando realmente, y de los que se quejan del país cuando son ellos los que principalmente contribuyen a su mala imagen. Esta es la idea tan común en el Romanticismo por parte de los autores, quienes tratan de mostrar la realidad gracias a la integridad y sinceridad.
Este es un artículo de costumbres que pretende satirizar y criticar un aspecto de la sociedad española, en este caso se queja de la gente que habla sin saber de qué está hablando realmente, y de los que se quejan del país cuando son ellos los que principalmente contribuyen a su mala imagen. Esta es la idea tan común en el Romanticismo por parte de los autores, quienes tratan de mostrar la realidad gracias a la integridad y sinceridad.
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