LA DE BRINGAS - GALDÓS
Los personajes centrales de esta novela son Francisco de Bringas y su mujer, Rosalía, persona con gran dependencia del marido como era usual en aquél momento. La pareja y sus hijos representan a una familia que vivía en el entorno del poder político. Bringas es un funcionario burócrata con espíritu ahorrador hasta ser representado como un gran tacaño y un ser avaricioso a la par que egoísta. Debido a que su trabajo era el de Oficial de Intendencia del Real Patrimonio, podía vivir gracias a "treinta mil reales de sueldo, casa, médico, botica, agua y leña". La vivienda, poco cómoda, dentro del conjunto palaciego está muy bien descrita por Galdós (capítulo IV) al referirse a "[…] una de las habitaciones del piso segundo que sirve a los empleados de la Casa Real". Bringas es la tacañería personificada y es representado, simbólicamente, como quien encarna los ideales monárquicos del momento (crítica a la monarquía española del momento).
Por otro lado, cabe mencionar que Rosalía es una mujer muy vanidosa, que vive de las apariencias, algo bastante usual en la sociedad.
El novelista ironiza continuamente al plasmar formas de comportamientos de sus personajes tales como la de la sociedad de las apariencias o la tacañería de Bringas cuando controla las compras de su mujer al llegar a casa, hasta el punto de que, con humor, "parece la Aduana". Igualmente muestra la frustración de una mujer con ambiciones, dependiente de un marido, de vida gris. Cuestión que es referida por Galdós, de modo que "no había gozado no de comodidades, ni representación, ni placeres, ni grandeza, ni lujo, nada de lo que le correspondía por derecho de su hermosura y de ser genuinamente aristocrático".
El escritor canario deja plasmadas expresiones muy populares, actualmente en desuso, que resultan simpáticas y hacen más agradable la lectura, como: «predicando», para decir hablar mucho; «tuvimos una cuestión», para indicar lo que fue una discusión; «dale cuenta de esta desgracia», para advertir de un problema o «dame cuartos», para pedir dinero. La cuestión de las «cesantías» de los funcionarios, cuando se producían las alternancias de gobierno, tampoco queda en el olvido.
Me gustaría recalcar que me ha llamado especialmente la atención lo siguiente:
"Se trata de una mujer, cuyo tipo de belleza llama la atención, pues es una de esas hermosas gordas, con su semblante animado y facciones menudas, labradas y graciosas que prevalecen contra el tiempo y las penas de la vida. Su vigorosa salud, defendiéndola de los años, dábala una frescura que le envidiarían otras que, a los veinticinco y con un solo parto, parece que han sido madres de un regimiento. Se había oído comparar tantas veces con los tipos de Rubens".
He aquí el ideal Barroco; la viva imagen de una de las Gracias de Rubens. Rosalía se nos muestra enteramente como una Venus barroca. Su atractivo físico y su carácter (afán por deslumbrar) coinciden con las pretensiones del arte barroco: provocar el espectáculo gracias al efecto del contraste con la luz y la sombra (claroscuro), ampulosidad de las formas, gran movimiento y sensualidad con gran habilidad seductora ...
Comentarios
Publicar un comentario